Como ir a por tabaco y no volver





La vida, como las autopistas,
a veces pone ante tus ojos
una señal de cambio de sentido.
Llega hoy en una encrucijada
lejana de la rutas familiares.
El azar te reúne con dos viejos amigos
(os habéis refugiado de la lluvia
entre el humo y los vidrios empañados
de un bar de carretera).
La charla te devuelve a decisiones
que te han ido trayendo hasta este tipo
con el que hoy te identificas.
Es como si de pronto
estuviera tu vida a medio hacer:
te sientes otra vez dubitativo,
indeciso ante calles que te hubieran
llevado a ser quién sabe.
Te despides y vuelves al diluvio
perdido todavía en tu marasmo.
La lluvia alborotando el parabrisas
te desorienta más, el coche corre
hacia un destino que no tiene
por qué ser el de siempre. Aprietas
el acelerador, te inclinas
hacia el volante, estás huyendo, huyendo
de vuelta hacia tu casa, a tu sillón,
en donde las palabras azar, lluvia, destino,
suenen domesticadas por ese halo de tedio
que tanto te ha costado edificar.

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