Relámpago



       
Quizá un relámpago
Al volver la mirada
Sólo la noche
                                                                      -MOMIJI-

Esclarece la bóveda el relámpago
apenas un segundo.
Ni siquiera interrumpe
nuestro diálogo insomne
en el patio de agosto.
Nadie hace alusión al resplandor.
Tampoco un trueno lo subraya. Pasan
los minutos, las horas, sin que vuelva
a repetirse. El cielo está estrellado,
nada en el aire, nada en la naturaleza
presagia una tormenta. Y no obstante,
a veces la mirada se nos pierde
en el abismo, en pos
de aquel relumbre
furtivo, y tan fugaz que ya dudamos.
El eco del relámpago
ya sólo existe dentro de nosotros.

La lluvia en el umbral






Igual que una trampilla que se cierra de golpe
y nos deja en penumbra, prisioneros,
un trueno repentino es la señal
de que el verano acaba.
Es sólo media tarde y ya tenemos
que encender la bombilla
para alumbrar las simples
tareas cotidianas.
Dos moscas aturdidas sobrevuelan
las sobras del almuerzo
y del verano.
De pronto no apetece ya salir.
Miro por los cristales,
recorro las estancias sin fijeza,
como las moscas, con un peso en las alas
que no deja volar el pensamiento.
Estamos de mudanza sin habernos movido.

Cuarenta años



   
     
                             
                              Cerca de la autovía
un coche se demora en un sendero,
entre cultivos, bajo la mañana
desgreñada y fría de noviembre.
Paso ante él como una exhalación,
camino del trabajo. Y sin embargo
ahí sigue en mi cabeza
su lentitud, su calma,
su vivir en el margen de esta prisa.
Es como si al volante de ese coche
viajara la persona
que siempre quise ser y no he podido.
Desde ahí cómo se verá mi vida.

Sacar la cabeza




Regresa el sol de entre las nubes
contento como un perro que sale a recibirnos,
y el verde de los árboles sonríe.
Ha sido un día oscuro y ahora, hacia el final,
aclara para todos. Si no me siento pleno
en este instante iluminado, el último,
es por minucias: quién ganará el partido
que están televisando, por qué pierdo este tiempo
de lectura, mañana acaba el plazo
de entregar en el banco unos papeles...
Nubes de las que lentamente asomo
a este sol que ilumina las sendas apagadas.

Hazañas remotas



      

Ni me esperaban para castigarme
ni nadie reparó
en mi regreso (como si volviera
de la calle una sombra):
planchaba en el salón mi madre
y jugaba mi hermano, no había vuelto
mi padre de la tienda.
Apenas con diez años
y unas pocas monedas sisadas de la hucha
venía
de descubrir el cine,
yo solo,
alucinado,
como recién caído de Marte.
Y nadie se enteró.
En ese mismo año
nos fuimos alejando
unos amigos
hasta un pueblo que está a veinte kilómetros
por una carretera que ahora es autovía.
Nos pasaban bufando
los coches como búfalos
con pausas suficientes de silencio
y soso atardecer.
Si se enteran, nos matan.
Pero no se enteraron. Me pregunto
dónde se esconde en mí
aquel aventurero,
por qué se retiró de sus hazañas
si nunca lo atraparon.